En busca del wolframio: la geología del elemento estratégico por excelencia

 

El concepto de mineral estratégico cada vez está más de moda. En los últimos meses, dirigentes de países como China, Ucrania, Estados Unidos o Rusia han utilizado estos recursos como moneda de cambio. Algunos de ellos, como el wolframio, han pasado de ser desconocidos para el público general a inundar los titulares de la prensa internacional.

Actualmente, el 80% del wolframio es producido por China, lo que ha encendido las alarmas en Europa. La Unión Europea ha comenzado una auténtica carrera a contrarreloj por reactivar yacimientos de este metal en países como el nuestro, donde pronto se planea reactivar las minas de Abenójar y La Parrilla.

Pese a ello, un aspecto que condiciona por completo el monopolio de este metal ha pasado desapercibido para la mayoría de la población: ¿en qué yacimientos y minerales aparece el wolframio y cómo se forman?


Nuestro gran elemento estratégico

El wolframio es uno de los únicos tres elementos químicos, junto con el platino y el vanadio, descubiertos por españoles. En concreto fue descubierto en 1783 por los hermanos Elhuyar que, lamentablemente, tardarían en publicar su descubrimiento en inglés dos años. En 1785, los químicos suecos Scheele y Bergman darían nota del descubrimiento de este elemento, al que llamarían tungsteno. Desgraciadamente, este término eclipsaría al español de wolframio y sería utilizado a partir de entonces, especialmente en el extranjero.

Hay una serie de características que han hecho que el uso del wolframio sea tan extendido en la industria. Por un lado, tiene un gran punto de fusión, por encima de 3400ºC, que lo convierte en el metal y el segundo elemento de toda la tabla periódica después del C con el punto de fusión más elevado. Además, su excelente conductividad eléctrica y térmica y su elevada densidad han permitido su uso con múltiples fines; desde la industria aeroespacial y armamentística a, más recientemente, aplicaciones en dispositivos necesarios para la transición ecológica.

Vista desde lo alto de una montaña

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Vista aérea de la planta de tratamiento de mineral de la mina de La Parrilla (Almoharín, Cáceres).


La "fiebre del wólfram"… ¿en Madrid y Segovia?

Durante la Segunda Guerra Mundial y la posterior Guerra de Corea (décadas de 1940 y 1950), la creciente demanda del wolframio para la industria armamentística trajo consigo la llamada “fiebre del wólfram”. Provincias y comunidades del oeste peninsular como Extremadura, Salamanca, Zamora, León y Galicia tuvieron una intensa actividad extractiva de este metal. Durante la “fiebre del wólfram” fueron comunes las explotaciones artesanales en las que los propios vecinos de los pueblos se lanzaban a la búsqueda del mineral (scheelita o wolframita) como alternativa económica en una época tan convulsa como la posguerra. Muchos pueblos que contaban con yacimientos de wolframio sufrieron un gran crecimiento poblacional y un impulso en sus infraestructuras, apareciendo escuelas, casinos, hospitales y otros edificios públicos que hasta entonces estaban restringidos a las poblaciones de mayor envergadura.

Un aspecto desconocido para mucha gente es que este suceso llegó a afectar incluso al centro peninsular y la provincia de Madrid donde, sin embargo, se dio con menor intensidad. Algunos yacimientos de la sierra de Guadarrama, entre las provincias de Segovia y Madrid, fueron explotados en esta época, como los de Gargantilla de Lozoya, Guadarrama, San Rafael y Otero de Herreros, dejando un importante legado en los pueblos en forma de testimonios orales que ha perdurado hasta nuestros días.

Algunos de estos testimonios los encontramos en la localidad segoviana de San Rafael, donde recién entrado en la adolescencia tuve ocasión de entrevistar a varios antiguos trabajadores de las minas. Entre ellos, estaba Julia Alonso, vecina del pueblo que trabajó a principios de la década de 1950 en el lavadero de mineral. Poco después de abandonar el trabajo en la mina, decidió abrir una tienda en Segovia ciudad, casualmente bajo la casa de mi abuela paterna. A través de mi padre, quien me introdujo en el mundo de los minerales, tuve la oportunidad de entrevistarla. Aquella grabación de media hora en la que intervengo con mi infantil voz de niño de diez años se convirtió en el único testimonio de su trabajo. Tras su fallecimiento hace unos años, se construyó un monumento en un parque del pueblo en reconocimiento a su labor y la de tantas otras mujeres trabajadoras de las minas. 

Imagen rotada de un bosque

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Bocamina y lavadero de mineral de la mina de wolframio del cerro El Estepar (San Rafael, Segovia), lugar de trabajo de Julia Alonso.

Otro testimonio muy interesante fue recogido por los autores de uno de los libros de divulgación geológica más reconocidos de nuestro país: “Las Raíces del Paisaje”. Durante la elaboración del libro, sus autores entrevistaron a Gregorio Criado, último empresario minero de la provincia de Segovia, quien comentó en las inéditas cintas de la entrevista aspectos tan interesantes como la existencia de un estraperlo entre las minas segovianas y las de Salamanca. Durante el franquismo, a las minas de wolframio les daban cierto número de días para exportar el mineral. En las minas de San Rafael había muy poco mineral, por lo que necesitaban muy pocos días para exportarlo. Los directivos de las minas de San Rafael contactaban con los de las minas de Salamanca, que por su gran volumen de explotación no tenían suficientes días para exportar el mineral. El wólfram viajaba de Salamanca a San Rafael, desde donde se vendía a ingleses y alemanes haciéndolo pasar como mineral de esta localidad.


Una visión geológica del wolframio

De los 52 minerales que contienen wolframio, los dos únicos que son de interés económico por la facilidad para extraer este metal de ellos y por su abundancia son la scheelita y la wolframita.

La scheelita es un mineral de color anaranjado que, al ser fluorescente con luz ultravioleta es muy fácil de prospectar. En España tenemos importantes yacimientos de este mineral, como la remota mina de La Parrilla, en Almoharín (Cáceres), donde aparecen excelentes cristales que atraen a numerosos coleccionistas.

La wolframita, por otro lado, es una solución sólida entre dos minerales: la ferberita (FeWO4) y la hübnerita (MnWO4). Pero ¿qué quiere decir solución sólida? Que todas las composiciones intermedias entre ambos minerales existen; es decir, puede haber una ferberita (FeWO4) con un 70% de hierro y un 30% de manganeso y una hübnerita (MnWO4) con un 85% de manganeso y un 15% de hierro. En el cuarzo de las abandonadas escombreras de las minas de San Rafael, entre los árboles del denso pinar, abundan las briznas de wolframita. En parte, a este mineral le debo mi pasión por la mineralogía. Fue por aquel entonces, dedicando horas a la búsqueda de bonitos cristales con brillo metálico en el nivoso cuarzo de las minas cuando decidí que esto era a lo que me quería dedicar.

Scheelita con Casiterita, Pirita, Moscovita y Cuarzo.  Imagen que contiene pieza, comida, cubierto, alimentos

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A la izquierda, scheelita de la mina La Parrilla (Almoharín, Cáceres). A la derecha, wolframita variedad ferberita de la mina Lucía (Otero de Herreros, Segovia).

Con el tiempo descubrí los dos principales tipos de yacimientos en los que aparecen minerales de wolframio: los hidrotermales (en forma de venas o stockworks) y los skarns. Aunque a simple vista parezcan términos muy complejos, estamos mucho más familiarizados con ellos de lo que parece.

La mayoría de los yacimientos hidrotermales del oeste peninsular comparten la misma historia. Hace 300 millones de años una gran cadena de montañas de la altura del actual Himalaya comenzó a desmoronarse. Por aquel entonces, los esfuerzos pasaron de ser compresivos (para levantar la cadena montañosa) a ser extensivos (las placas se separaron, causando el hundimiento de las montañas), formándose grandes diaclasas (fracturas) y discontinuidades a través de las cuales ascendieron grandes cuerpos de magma. Este magma permaneció a kilómetros de profundidad, enfriándose sin salir a la superficie y dando lugar a los granitos que ocupan gran parte del oeste peninsular (rocas ígneas intrusivas). Si el magma en vez de enfriarse en profundidad hubiera salido a la superficie hubiera formado rocas ígneas extrusivas (también conocidas rocas volcánicas).

El magma que formó los granitos iba cargado de agua a altas temperaturas con moléculas como SiO2 (sílice) y CO2 y elementos como wolframio, estaño, molibdeno, bismuto. Estos fluidos hidrotermales, al tener mucha menos densidad que el magma, escaparon a través de las diaclasas (fisuras) de las rocas dentro de las cuales se alojó el magma, rellenándolas partiendo del plutón granítico y formando las venas o filones que distinguimos hoy en día. Dado que el principal componente disuelto en estos fluidos era sílice (SiO2), el mineral que constituye estos filones es cuarzo (sílice ordenada lentamente). A medida que estos fluidos se enfriaban en el interior de las diaclasas, los elementos que acompañaban al agua se combinaron para formar otros minerales que precipitaron junto al cuarzo, como wolframita, scheelita, casiterita (óxido de estaño) o molibdenita (sulfuro de molibdeno, otro importante elemento estratégico). En algunos yacimientos los filones de cuarzo forman encrucijadas partiendo del cuerpo granítico que se conocen como stockworks. En España tenemos uno de los ejemplos de stockwork más reconocidos del mundo, el de la mina de La Parrilla, uno de los yacimientos de scheelita más importantes de la península ibérica.

Una roca en el agua

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A la izquierda, frente de explotación de la mina de La Parrilla. A la derecha, la misma imagen con los filones de cuarzo del stockwork resaltados.

Las mineralizaciones que contienen wolframio se conocen como hipotermales. Hipo es una raíz griega que significa “en profundidad” o “dentro”. En los yacimientos hidrotermales esta raíz se utiliza para hacer alusión a los filones situados más cerca del plutón granítico del que parten o dentro del propio plutón. Las mineralizaciones que están un poco más alejadas del plutón se conocen como mesotermales y son las que poseen elementos como Cu, Pb o Zn. Por último, las que se encuentran más alejadas del plutón granítico; es decir, a menor temperatura y profundidad (de 1 a 3 km) se conocen como epitermales y suelen contener el oro y la plata. Después de millones de años, en nuestra península, la erosión barrió todas las rocas situadas por encima de los filones, dejándolos aflorar en superficie. Algunos ejemplos de yacimientos hidrotermales de wolframio formados siguiendo este proceso son los de La Parrilla, Panasqueira (Portugal) o Abenójar, cuyo caso ha sido muy sonado mediáticamente en los últimos meses por el apoyo vecinal al proyecto minero en su comarca.

Diagrama

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A la izquierda, esquema representativo de un yacimiento hidrotermal de wolframio. A la derecha, disposición de la mineralización de wolframio en gran parte de los yacimientos del oeste peninsular.

Otro tipo de yacimiento que es explotado en algunas de las mayores minas de wolframio del mundo son los skarns. Siempre he estado bastante familiarizado con este tipo de yacimiento. Las minas romanas de Otero de Herreros, en Segovia, eran mi destino favorito de pequeño. Aún recuerdo el asombro que me causaban los densos y oscuros fragmentos de roca mineralizada que encontraba en sus escombreras. Los skarns también están asociados a intrusiones magmáticas, pero en este caso en el interior de rocas carbonáticas; es decir, dolomías, mármoles o calizas. En la zona de contacto entre el magma y la roca carbonática se produce metamorfismo de contacto; es decir, una transformación de la roca carbonática en otra diferente como consecuencia de las altas temperaturas alcanzadas por el contacto con el magma (las rocas “se cuecen”). Por ejemplo, es habitual que las calizas se transformen en mármoles, que son rocas metamórficas con constitución mucho más porosa. Este aumento de la porosidad permite que los fluidos hidrotermales o metasomáticos (fluidos cargados de elementos químicos a altas temperaturas) circulen a través de las rocas dando lugar a una zona de alteración dentro de la cual se mezclan los elementos de ambas rocas. Esta zona de alteración se conoce como skarn. Un ejemplo muy importante que contiene wolframio es el que se explotaba hasta hace relativamente poco en la mina de Los Santos, en Salamanca.


Un elemento que conecta el pasado con el futuro

A la luz de lo expuesto, no es arriesgado afirmar que el wolframio es el elemento estratégico por excelencia. Su interés en la industria ha condicionado por completo la historia desde su descubrimiento en 1783 por los hermanos Elhuyar hasta la actualidad, teniendo su mayor impacto a partir de la década de 1940. La “fiebre del wólfram” dejó su poso en numerosos pueblos del centro y oeste peninsular. Desgraciadamente, muchos de quienes conservan testimonios orales sobre aquella época están falleciendo, llevándose consigo información esencial para comprender este episodio clave en nuestra historia contemporánea. Desde que, con solo diez años, comencé a investigar en este campo me quedó clara la urgencia de recopilar todos estos relatos. Ahora, años después, como estudiante de Geología, recoger y preservar el mayor número posible de testimonios para el futuro sigue siendo mi objetivo.

En la actualidad el interés por este metal no ha menguado. En los últimos años, se han descubierto numerosas aplicaciones más allá del campo bélico que tanto le ha caracterizado hasta ahora, especialmente en las energías renovables. Actualmente, la geología no solo nos permite dilucidar las características de los yacimientos de wolframio y otros aspectos acerca de su formación. A través de ella, podemos conocer cómo se distribuye este metal en ellos, abriendo las puertas a futuros métodos de explotación más sostenibles y menos invasivos. Las señales apuntan a que, en un futuro, nuestro gran mineral estratégico seguirá acompañándonos en el progreso de la ciencia y la civilización tal y como lo hizo allá por el año 1783.


Rodrigo Díez Marcelo


Para saber máshttps://youtu.be/Xl2wTCT92q4?si=OhdnnjKMi-kWjGkX

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